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flecha a la izquierda Volver Fecha: 29 de septiembre de 2023

“LORO VIEJO SÍ DA LA PATA”: PRUDENCIO, DE 77 AÑOS, LE APUESTA A LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ

En el marco del Día Internacional de las Personas Mayores, el Programa Hilando Vidas y Esperanza de USAID, implementado por OIM, exalta la resiliencia de personas como el señor Prudencio Bustamante, de 77 años. A pesar de la violencia de la que fue testigo, siempre apostó por la paz, y aún ahora, sigue aprendiendo para contribuir al bienestar de su comunidad.

Prudencio tiene 77 años. Ha trabajado toda su vida en el campo, cultivando productos típicos de la región de los Montes de María -donde vive- como yuca, ñame, plátano, batata y frutales. Hace seis años falleció su esposa, con quién tuvo 11 hijos que criaron en el municipio de Colosó, Sucre. A pesar de que la violencia le pasó muy de cerca, su proyecto de vida tiene como centro la paz. Por eso, como participante del Programa Hilando Vidas y Esperanza (WLH, siglas de su nombre en inglés) de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), ha seguido formándose no solo técnicamente en agricultura, sino también en temas como la prevención de violencias basadas en género y la comunicación no violenta.

Prudencio cuenta que nació en una vereda de Colosó y que desde muy joven acompañó a su padre en la lucha por la tierra, que en esa época estaba concentrada en propiedad de unos pocos. “En mi pueblo - recuerda - no teníamos tierra para enterrar los muertos” entonces, en asociación con varios vecinos y personas de la comunidad, lograron gestionar, pacíficamente que el Estado colombiano les apoyara y les cedieran un terreno que, aún hoy, es el cementerio de la comunidad.

De la misma manera, sin hacer uso de la violencia, Prudencio y otros miembros de su familia, consiguieron terrenos para dedicarse a la agricultura. Como campesino formó y sacó adelante a su familia, en la Vereda La Estación, en compañía de su esposa. Sin embargo, tuvieron que padecer la violencia de la que fue víctima toda la región de los Montes de María: “Primero la guerrilla contra el Ejército, luego los paramilitares, luego otros grupos… Siempre queriendo adueñarse de la región y dejando al campesino en la mitad”, recuerda. Por muchos años, a pesar de la extorsión y el miedo por el constante tránsito de actores armados, su familia no abandonó su hogar. Sin embargo, cuando los armados amenazaron con reclutar forzadamente a sus hijos mayores, tomaron la difícil decisión de abandonar su finca y asentarse, temporalmente, en la cabecera municipal de Colosó.

“No quedaba nada- dice- pero volvimos a salir adelante”.

Después de que los hijos menores crecieron y fueron independientes, Prudencio y su esposa volvieron al campo. “No quedaba nada- dice- pero volvimos a salir adelante”. Reconoce, además, que fue la valentía y carácter de su esposa, los que salvaron a su familia en ese momento, pues era ella la que los escondía y hasta hablaba con los grupos al margen de la ley. Como parte de su participación en Hilando Vidas y Esperanza, Prudencio asistió a la Escuela Nacional de Desaprendizaje del Machismo y afirma que le habría gustado exaltar en vida ese gran trabajo comunitario de su esposa, además de agradecerle por liderar las labores del hogar: “En la escuela hicimos cuentas y vimos que las mujeres trabajan más que los hombres, cuidándonos, cuidando la tierra, y nosotros no lo valoramos, incluso sabiendo que trabajamos menos horas”, afirma.

También, en 2022, se graduó como sembrador de Comunicación No Violenta, otro proyecto del Programa que busca transformar la manera como las personas gestionan sus emociones, manifiestan sus necesidades y se expresan, entendiendo que en la comunicación empática está la base de la convivencia pacífica. “Dicen que loro viejo da la pata, pero eso no es verdad porque yo estoy aquí y he aprendido mucho de la forma de comunicar de forma no violenta y de construir la paz”, dice.

Su apuesta es seguir trabajando la tierra y aportando a su comunidad por medio de un proyecto de batata apoyado por el componente de fortalecimiento económico del Programa WLH de USAID y OIM. Además, quiere compartir con las nuevas generaciones los aprendizajes, fruto de su experiencia, pero también las nuevas cosas que sigue aprendiendo.

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