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flecha a la izquierda Volver Fecha: 20 de enero de 2023

LUCINELY: LA TEJEDORA DE CANASTOS, VIDA Y ESPERANZA

La señora Lucinely habla con firmeza a un empresario estadounidense a quien le da la tarjeta de su organización, Fundaproductividad, integrada por artesanas indígenas Wounaan. Este encuentro se dio en el marco de Expoartesanías 2022, la feria artesanal más importante de Colombia, donde Lucinely y sus compañeras vendieron canastos elaborados en palma de Werregue y en fibra de Chocolatillo.  

La participación en este escenario comercial y cultural es una de las estrategias del programa Hilando Vidas y Esperanza (WLH) de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que tiene como objetivo apoyar el empoderamiento económico de comunidades sobrevivientes del conflicto en Colombia. 

Lucinely, así como representantes de Tejedoras de Esperanza, otra organización de artesanas priorizadas por WLH en los Montes de María, aprovecharon la presencia y participación en el stand en Corferias para hacer alianzas estratégicas y comerciales con empresarios nacionales y extranjeros.

Además del alquiler del espacio en Corferias y del montaje del stand, el programa WLH costeó los viáticos de Lucinely y de las demás artesanas. Siendo así, para llegar a Bogotá desde su resguardo Puerto Pizarro en la orilla del río San Juan en Chocó, Lucinely debió navegar por un par de horas hasta el Bajo Calima, tomar un transporte terrestre a Buenaventura, luego hacia Cali y de allí un vuelo a Bogotá. Esta era la primera vez en sus 47 años de vida que montaba en avión.  

Aprendió a tejer en chocolatillo viendo a su mamá. Las mujeres de la comunidad han usado las artesanías como una forma de proveer sustento a sus hogares y como herramientas para las labores de agricultura en las fincas. Sin embargo, recuerda que en los años 90, la presencia de diferentes grupos armados ilegales obligó a las familias a cambiar sus actividades tradicionales: ya no podían transitar libremente por el territorio atendiendo los cultivos, ni navegar por los ríos para conseguir comida. 

En las épocas más crudas de la violencia, la seguridad alimentaria de la comunidad Wounaan se vio seriamente afectada, por lo que las mujeres empezaron a vender sus artesanías en las cabeceras municipales para comprar comida. Esta situación, cuenta Lucinely, fue constante entre 1999 y 2005. “No podíamos ir a las fincas arriba del río para coger nuestro plátano y si no teníamos, aunque sea 5.000 pesos, no podíamos comprar el plátano que vendían desde los pueblos más grandes”.

“vendí mucho y hablé mucho de cómo es mi comunidad, saludé a la gente en mi lengua para que conozcan la historia detrás de la canasta”

Con la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el 2016, la situación para las comunidades afro e indígenas del río San Juan mejoró, afirma Lucinely. Pero las dinámicas sociales cambiaron profundamente y las comunidades aún sufren las consecuencias de la violencia, además de la presencia de nuevos actores armados ilegales en el territorio. Es por lo que las mujeres de su organización siguen creyendo en la labor artesanal para la preservación física y cultural de sus comunidades. 

Respecto a la participación en este evento, dice: “vendí mucho y hablé mucho de cómo es mi comunidad, saludé a la gente en mi lengua para que conozcan la historia detrás de la canasta”.  Además, también pudo intercambiar experiencias comerciales con organizaciones indígenas y se lleva, no solo las ganancias económicas que le dejó la venta de los productos, sino también alianzas e ideas para seguir fortaleciendo a su comunidad y el patrimonio cultural.

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