Voces del Corazón
Por: Karen Adriana Herrera Ricardo
Mi nombre es Karen Adriana Herrera Ricardo, soy psicóloga y pertenezco al corregimiento de Macajan, en el municipio de Toluviejo. Desde pequeña, he sentido una fuerte influencia para trabajar con la comunidad, un legado que recibí de mi madre, cuya creatividad en el dibujo, la escritura y otras áreas ha dejado una profunda huella en mí. Actualmente, soy miembro de la Red Nacional de Sembradoras y Sembradores de Comunicación No Violenta y quisiera compartir con todos lo que esta conciencia ha significado en mi vida.
En el ruido del día a día,
entre palabras rápidas y miradas fugaces,
olvidamos a veces que detrás de cada voz
hay un corazón que late con fuerza,
que anhela ser visto, ser escuchado.
Cada palabra que pronunciamos
es un puente que podemos tender,
un hilo que teje la red
de comprensión y humanidad
en la que todos estamos inmersos.
Pero, ¿qué decimos cuando hablamos?
¿Son nuestras palabras reflejo de nuestra verdad,
o son escudos que levantamos
por temor a ser vulnerables?
En la prisa por responder,
olvidamos escuchar realmente,
perdemos la oportunidad de entender
que todos compartimos los mismos miedos,
las mismas alegrías,
los mismos deseos de conexión.
En la Comunicación No Violenta
encontramos un camino de regreso
a ese lugar donde nuestras palabras
no son armas, sino abrazos.
Donde el juicio da paso a la empatía,
y la crítica se convierte en comprensión.
Cuando hablamos desde el corazón,
descubrimos que todos somos espejos,
reflejando las mismas necesidades,
las mismas aspiraciones de paz y armonía.
Decir “te escucho” es decir “te entiendo”,
y en ese entendimiento,
creamos un espacio sagrado
donde cada voz es un eco del alma.
Imaginemos un mundo donde cada conversación
es un acto de amor y no de poder.
Donde en lugar de levantar la voz,
elevamos la conciencia.
Donde en lugar de ganar la discusión,
ganamos el entendimiento.
Este es el llamado de la Comunicación No Violenta:
a ser conscientes de que nuestras palabras
pueden curar o herir,
pueden construir o destruir.
Que nuestras conversaciones sean semillas,
sembradas con cuidado y regadas con empatía,
para que florezcan en jardines de respeto,
donde todos puedan caminar
sin miedo a ser heridos,
donde cada flor es una historia
de conexión, de reconciliación,
de humanidad compartida.
Así que hablemos desde el corazón,
escuchemos con los ojos del alma,
y construyamos un mundo
donde el lenguaje sea una herramienta
de paz, de entendimiento,
de amor.